Una profecía consta de palabras o escritos divinamente inspirados, los cuales se reciben mediante la revelación del Espíritu Santo. El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía (Apoc. 19:10). Una profecía puede pertenecer al pasado, al presente o al futuro. Cuando una persona profetiza, habla o escribe aquello que Dios desea que sepa, ya sea para su propio bien o para bien de los demás. Las personas pueden recibir profecía o revelación personal relacionadas con su propia vida.
> Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, Núm. 11:29.
> Profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, Joel 2:28 (Hech. 2:17–18).
> El Señor revela su secreto a sus siervos los profetas, Amós 3:7.
> Ninguna profecía de las Escrituras es de interpretación privada, 2 Pe. 1:20.
> Los nefitas tenían muchas revelaciones y el espíritu de profecía, Jacob 4:6, 13.
> Alma y Amulek conocían las intenciones del corazón de Zeezrom de acuerdo con el espíritu de profecía, Alma 12:7.
> ¡Ay de aquel que diga que el Señor ya no obra por profecía! 3 Ne. 29:6.
> Escudriñad las profecías de Isaías, Morm. 8:23.
> Las profecías se cumplirán todas, DyC 1:37–38.
> El hombre debe ser llamado por Dios, por profecía, AdeF 1:5.